Repositorio de poemas

Si mañana no aparezco

Si mañana no aparezco, búsquenme en las alas de una mariposa, en el canto de un ruiseñor, en los pétalos de una flor. Búsquenme en la brisa fresca de la mañana, en el murmullo del río que fluye, en el silencio que todo lo envuelve. Búsquenme en el misterio de una noche estrellada, en la luz que emana la luna, en la quietud que se respira en la naturaleza. Búsquenme en el latido de un corazón enamorado, en la pasión que despierta una obra de arte, en la emoción que se siente al contemplar una puesta de sol. Búsquenme en el vaivén de las olas del mar, en la intensidad del sol que acaricia la piel, en la frescura de la lluvia que todo lo renueva. Búsquenme en la grandeza del universo, en la profundidad del espacio sideral, en la conexión que existe entre todo lo creado. Búsquenme en la calma del bosque, en la vitalidad de un jardín, en la armonía de una montaña. Búsquenme en la huella que dejo en el mundo, en el legado que dejo en la vida de quienes me rodean, en la trascendencia que da sentido a mi existencia.

Jennifer Paz Vidal

El país que tanto quiero

Sueño y vivo para poder ayudar a florecer a alguien más. Si una palabra de mi boca, si un gesto de mi rostro o si mi compañía es un apoyo quiero vivir mil años más. Quiero sembrar semillas de empatía, de bondad y resiliencia. Quiero seguir, continuar, caminar sin tener temor de que me detendrán, sin temor de ver cómo detienen la lucha de alguien más. Transito mi camino con paciencia, ayudando a levantar a mi amigo, dando agua a mi vecino y valorando la existencia de la paloma que vuela sobre mi cabeza. De mis noches las pesadillas se alejaron solo veo risas, bailes y personas celebrando al sentirse plenos y felices. De mi boca las palabras de maldad nunca más volvieron a salir. Mi corazón ha despojado el innecesario vocablo de exigencia pues vivo en un país seguro y correcto. Dejé de llegar a casa triste pues en las calles no hay niños con hambre y desamparo. Acompaño a mi corazón en los días que se siente de otra orbe, lo escucho y aprendo que la tristeza puede llegar pero no podemos darle espacio para siempre. En mi país, cuando elevo mi voz las balas dejan de existir. Todas las mañanas me levanto y admiro el hermoso panorama. No quiero que mis ojos dejen de apreciar un presente más colorido y feliz. Veo las costas, nevados, montañas, cordilleras, llanuras y valles con conmoción y pasión. No quiero dejar de abrazar para después perder la confianza. Quiero atar mis manos con esmero, respirar con serenidad y luchar por la alegría... la mía y de los demás. Mi país se agrupa para celebrar la vida, los pitidos y sirenas suenan solo para anunciar un galardón más. Las madres han dejado de enterrar a sus hijos, los hijos nunca más volvieron a escuchar a sus madres sufrir. Todos los días despierto y el deseo de construir un mejor país no se va, camino y las ganas de vivir en este lugar para siempre son mi eterna compañía. La música, la poesía, los cuentos y novelas han borrado para siempre a la agonía. Por eso en mi país, si un día estando en cama entro en coma, denme un abrazo y léanme un verso al oído, que si el amor y la poesía no me hacen volver de la emoción harán que muera en paz y continúe escribiendo con fervor en la oscuridad. Quiero a mi país por eso quiero que estos anhelos y versos que he creado dejen de ser versos para ser realidad.

Jennifer Paz Vidal

Abatía

¿Cómo no amar tu tenue esencia, la cautela de tu palabra y la cálida magia de tu mirar? El frenesí de tu risa se convirtió en mi baluarte y hoy el bastión de tu amor cae en mil siete partes. Te fuiste y el único recuerdo que me queda de ti es la poesía, lo demás, el despiadado paso del tiempo se lo ha llevado. Siete noches viví contigo y mil sin ti, mil días sin ti y siete conmigo. Amor, amor, amor. Te llamo desde el ocaso de mi pasión. Te extraño como extraña un rayo de sol el amanecer en los días lluviosos, como las rosas extrañan al rocío en día de verano. Hoy confundo el sonido del olvido con el rastro de tus pasos y he concluido que el dolor ha anulado a mis oídos. Me hiciste poema cuando me perdí en tus brazos y, ahora el vacío de tus labios hacen eco en mis manos. Te siento en mi pecho y te escucho en cualquier canción. Te busco como una madre a su hijo perdido, como un luchador busca alcanzar el triunfo, pero caigo como la primera gota de lluvia en invierno al vacío. No entiendo por qué clavaste un centenar de ilusión en mi corazón para sacar uno a uno sin compasión. He logrado detener el tiempo conteniéndolo en las líneas de la carta que un día me hiciste, pero la cicatriz más difícil de borrar es la de tu recuerdo. Tu despego hacia mí provocó la abatía de mi alborozo, no quedó en mil trozos mi corazón, simplemente desapareció. Mírame, siente mi llanto y el grito sin fuerza que desata mi canto. Regresa, y pronto, que el júbilo de mi existir empieza a convertirse en una utopía. ¿Qué es mi alma sino más que una tragedia? No estás, no llegas, no hay sonrisas, solo tristeza. Fuiste mi hazaña perfecta, mi mayor coraje; la revolución de mis sentimientos. Aunque hoy las lágrimas desborden mi alma y la angustia reemplace a la calma, un día de estos mataré al olvido para llevarte de nuevo conmigo.

Jennifer Paz Vidal